¿Aprobar o Aprender?
El Ministro de Educación de la Nación acaba de anunciar que el Consejo Federal de Educación resolvió que este ciclo lectivo –dadas las particulares circunstancias de la cuarentena- ningún alumno repetirá el curso y se hará una especie de “unidad pedagógica” entre el 2020 y el 2021.
Al margen, este Consejo debería llamarse “Organismo Resolutivo Interprovincial del Política Educativa”, ya que ni es Consejo (porque no aconseja, sino que resuelve), no es Federal (porque si bien están representadas todas las jurisdicciones, al tener sus resoluciones fuerza de ley obligan a todas las provincias aunque no estén de acuerdo a hacer lo que el Consejo “manda”, cosa que no respeta demasiado el Federalismo) ni es de Educación (ya que lo que trata acerca de políticas educativas que rara vez tienen que ver con la educación real: es como pensar que una ley de tránsito que ponga seguro obligatorio hará que los conductores sean mejores o peores: que haya seguro obligatorio es algo lógico, pero eso no mejora el manejo de los conductores.)
Si bien es la primera vez que a lo largo de todo el país se da una circunstancia de este tipo, donde las clases presenciales son reemplazadas por un tipo de educación de emergencia sanitaria (que no es educación virtual, por motivos que explicaré más adelante) sí ha sucedido que jurisdicciones que han permanecido sin ningún tipo de clases por más de la mitad el período escolar, (recuerdo el caso de Corrientes en los 90 y últimamente en de Santa Cruz) le han dado el año por aprobado a todos los alumnos.
Es cierto que esta pandemia nos tomó a todos por sorpresa. Es cierto que los docentes hicimos lo que pudimos para mantener la continuidad pedagógica de nuestros alumnos pero, como decía más arriba, esto no es educación virtual por varios motivos:
a. No todos los alumnos cuentan con conexión o equipos que les permitan mantenerse conectados virtualmente.
b. La educación virtual tiene un tipo de planificación propia, muy distinta a la presencial. No se trata de una educación presencial “adaptada” sino de algo totalmente distinto, con planificaciones, objetivos, dinámicas y evaluaciones que poco tienen que ver con la educación presencial.
Por otro lado, la extensión “quincenal” de la cuarentena, si bien las primeras 2 o tres veces fue entendible, en el ámbito educativo dejó de tener sentido cuando cualquiera con dos dedos de frente se daba cuenta que el tema iba para largo…muy largo. Tanto que es probable que en algunos niveles o jurisdicciones no haya clases presenciales en todo este ciclo lectivo.
Perdón por el ejemplo no educativo, pero me parece válido. Vivo en un departamento. Si me dicen que el agua va estar cortada por tres días, compro agua mineral, lleno la bañera y un par de baldes para abastecer los inodoros y arreglo con un amigo para ir a ducharme a su casa. Si a los tres días me dicen que serán otros tres días más, vuelvo a hacer lo mismo si es que aún conservo agua en la bañera. Si pasados esos 6 días me dicen que son otros días, ya pienso en otras estrategias. Ahora, si de entrada me avisan que van a ser 150 o 200 días sin agua, hablo con el consorcio para que contratemos un camión que diariamente nos llene los tanques al menos una vez al día.
Si pasado el primer mes, las autoridades educativas hubieran “blanqueado” lo que muchos imaginábamos, podríamos haber parado una semana o 15 días para ver cómo transformar esa “Educación de Emergencia Sanitaria” en “Educación a distancia plurimodal” (para salvar el punto a. descripto más arriba).
Eso hubiera permitido, entre otras cosas, generar tipos de evaluación adecuados a estas circunstancias y tipo de Educación, que nos permita evaluar si los alumnos están realmente aprendiendo, qué y cómo están aprendiendo y qué es lo que falta para que aprendan lo que deben aprender.
Lo importante no es que el alumno apruebe. Lo importante es que el alumno aprenda. Si el alumno realmente aprende, es absolutamente secundario si aprueba o no.
Y, si hiciéramos las cosas bien, deberíamos estar preocupadísimos por si los alumnos están aprendiendo y generando evaluaciones adecuadas a estas circunstancias, y no resolverlo con un simple “nadie va a repetir este año” como si eso fuera una solución para quienes no están aprendiendo.
Al margen, varios profesores de educación secundaria, me han comentado que si ya les costaba motivar a sus alumnos, con este anuncio y sabiendo que da lo mismo hacer las tareas que no hacerlas, porque “nadie va repetir” les va a costar más que sus alumnos hagan las cosas.
No debería preocuparnos si los alumnos aprueban o no. Lo que debería llevar nuestra atención, y por lo tanto nuestra energía, es evaluar si nuestros alumnos están aprendiendo o no.